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PLAYA PELIGROSA

EL MAR Y OTROS RELATOS CORTOS DE

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EL MAR

Él jugaba a perseguirme. Yo jugaba a provocarlo. Me acercaba a él para luego alejarme muy de prisa. Él siempre me alcanzaba, me acariciaba y se retiraba. Ahora era yo quien corría detrás de él hasta tocarlo. Intercambiábamos los roles como quien está atrapado en un ciclo. De pronto, y para mi sorpresa, él cambió la jugada. Se detuvo a esperarme y parados frente a frente, posé la mirada en él. Logré verlo. Ante mis ojos se mostraba viejo y sabio. Me había enamorado. Desvié la mirada hacia mis pies, una actitud que dejaba entrever mi falta de experiencia. Él, con suma seguridad, me invitaba a seguirlo y ya no a perseguirlo. Con mi mirada aún en mis pies, vi cómo con su espuma blanca me repetía aquella invitación.

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Zicatela, Playa peligrosa

Las olas se mostraban ante mí como un muro. Yo, queriendo explorar lo que había detrás, me aventuré a seguir el camino de frente. Mala idea. Después de varios intentos, lo único que conseguía era ser revolcada por una masa gigante de agua salada. No tenía miedo pero todos mis intentos habían sido en vano, así que, derrotada regresé a la orilla para a ver cómo la espuma llegaba a mis pies. 

 

Un “¿Sabes nadar?“ interrumpió aquel momento de contemplación. Volteé. Un hombre se me aceraba por la espalda y se colocaba a mi lado. Sin emitir sonido alguno, asistí. Se adelantó unos cuantos pasos pero en seguida regresó para ofrecerme su mano. Juntos abandonamos la orilla para adentrarnos en aquel mundo azulado. Entre más caminábamos, más arriba me iba llegando el agua al cuerpo. De pronto, el muro con el que previamente me había enfrentado, volvió a hacerse visible. Me apretó la mano con fuerza para luego soltarme. “No tengas miedo”, me había dicho en ese gesto. 

 

- Vamos a pasarla por debajo.- Dijo, esta vez haciendo uso de las palabras. Se sumergió. Yo lo imité y cuando regresamos a la superficie, la ola ya se había desvanecido. La marea hizo un último intento por sacarme de ahí. Él se volvió, me tomó la mano y me jaló hasta que alcancé su altura. Habíamos pasado el primer obstáculo. Faltaban dos.

 

Nos apresuramos y seguimos adelante sin darle tiempo a la siguiente ola para que terminara de formarse. Pasamos por arriba. Esta vez, la última ola se apresuró, y apenas abandonábamos la anterior, ella ya se mostraba grande ante nosotros. Volvimos a sumergirnos y al salir, ¡lo habíamos logrado! Lo había logrado, había atravesado las barreras y había llegado al otro lado donde el mar guardaba cierta calma. Fue así que me encontré nadando en aquella playa que muchos llaman "playa peligrosa".

 

Estaba atardeciendo y yo era un punto más dentro de aquellos colores que pintaban el agua: naranja, rosa, azul, amarillo, morado... ¿Quién era yo dentro de aquella inmensidad...? 

- ¿Ahora quieres que te enseñe a salir? .- Preguntó aquel hombre, interrumpiendo una vez más, un momento de intimidad.

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Salvaje

El término “peligrosa” se utiliza para nombrar algo que puede ocasionar daño. ¿Por qué entonces le llaman playa peligrosa? Zicatela no pretende lastimar a nadie. No, peligrosa no es la palabra que yo utilizaría. Salvaje, sí, salvaje sería más adecuado:

                              “Playa salvaje”.

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Cerúleo

ponto

Sus ojos, los de él, 

eran del color del mar;

y ella, ella enamorada estaba

de aquel cerúleo ponto.

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